III
¿Un dios que se hace hombre pero que, no obstante, sigue siendo dios? Extraño.
Es como uno que quiere bajar, pero quedándose arriba. Es como ése que quiere ser mi hermano e igual a mí pero que, no obstante, también quiere estar encima de mí, quiere ser mi padre, mi rey, mi amo y mi señor, y quiere mandarme, y quiere castigarme si no obedezco. Es como el otro que quiere ser tan pobre como yo pero que, no obstante, no se conforma si no es dueño de todas las cosas. O es como aquél que quiere ser, como yo, víctima de los tiranos y de las leyes de los poderosos, pero que, no obstante, también sueña con ser el todopoderoso que pone las leyes.
Y de eso tan extraño, de ese ente humano y divino a la vez, la Ortodoxia dice que es misterio inescrutable. E incluso le pone un nombre mágico: unión hipostática (dado que los nombres mágicos y esotéricos son los más apropiados para hablar de misterios insondables).
Pero yo digo: aquí no hay misterio inescrutable, sólo un dogma absurdo, una contradicción flagrante.
Y no creeré a la Ortodoxia: ésta tiene que elegir: Jesús o es amor o es Poder. Lo uno o lo otro, pero no ambas cosas. O es mi hermano o es mi Padre. O es mi igual o es mi Amo. O está conmigo o es mi Rey y está encima de mí. O me ama y me deja en libertad, o es mi Señor y emplea su Poder para amenazarme y castigarme.
¿Falso dilema? La Ortodoxia asegura que sí: dice que el Poder y el amor pueden ir juntos, que el Poderoso puede castigar por amor. Pero es que la Ortodoxia no escucha a Jesús: él dijo: cuando alguno te pegue, no pegues, no tomes venganza, no castigues, no ejerzas tu Poder; mejor ámale, dale su libertad, y corre el riesgo de que te pegue otra vez. Es preferible sufrir el mal que hacerlo.
Está muy claro: el Poder es el mal, la negación del amor.
Y no pueden, el Poder y el amor, caminar juntos. Porque no están de acuerdo.
IV
¿Un dios que se hizo hombre? ¿Será, pues, que se arrepintió de sus pecados?